Pues sí señores me he apuntado a la San Silvestre Vallecana y aunque a mí me ha parecido una buena idea; no ha acabado de triunfar en mi entorno. Mis padres dicen que es una locura, mis hermanos dicen que no voy a acabar de hecho han montado unas apuestas sobre en qué kilómetro me retiro, y todas las apuestas andan entre el 3 y el 4.
Por su parte mi chica, me dio la enhorabuena y me animó, aunque en cuanto tuvo un segundo me dijo que no me preocupara que no tenía que demostrar nada y que a ver si me iba a dar algo que ya no soy un chaval, una alegria tras otra.
Pero a pesar de todos los “animos” que tuve me decidí a correr, por si acaso eché el abono transporte al bolsillo vaya a ser que fuera necesario coger el metro en un momento dado. Y sonó el pistoletazo de salida, el principio es fenomenal bajar por Serrano no tiene mayor misterio, aunque me acordé de las palabras de Chema Martínez recomendando paciencia, así que me lo tomé con calma y deje que la gente me adelantaran, ¿pero habeis robado algo? ¡qué prisas por Dios!
En el Paseo de Recoletos se acabó la cuesta abajo es más a mi me pareció un suave repecho, cuando llegué a Atocha iba al límite, pensé en tirar el abono transportes para aligerar peso y de repente paso por debajo de una pancarta y leo 5Km, si no lloré en ese momento fue por un mínimo de dignidad que llevaba perdiendo un tiempo vamos desde que empezaron a adelantarme la gente con carritos de bebe.
En la Avenida de la Ciudad de Barcelona recuperamos la cuesta abajo y además empieza a haber público y eso te anima la verdad, aunque mis capacidades estaban ya muy mermadas y aún recuerdo la cara de los niños cuando sacaban la mano para chocarla y yo era incapaz de mover el brazo, en este estado lamentable llegamos a Vallecas.
Comienza la cuesta arriba, el famoso muro de Vallecas, y bueno como llevaba ya 7 km pues no era el momento de rendirse, la verdad es que no encontré ninguna parada de metro y en estas que aparece una ambulancia y yo pensé “hombre, por fin alguien se han dado cuenta”, pero pasó de largo, estuve por seguirla. En estas llegamos al km 8 y de repente que deja de adelantarme gente, no puede ser soy el último, vaya tela 12.000 personas y soy el último, no sabía si quería girarme para comprobarlo, al final cogí fuerzas de donde no las había y giré la cabeza, nunca me alegraré más que cuando vi a toda aquella gente con sus dorsales de la San-Sil, guapísimos y detrás de mí, sobre todo detrás mío.
Seguía pasando el tiempo y mis fuerzas hacía mucho tiempo que se habían acabado, pero lo que no se acababan eran los malditos 10 km, en estas que se me acerca un chaval con un spray de nieve y le debí poner tal cara de pena que el tío en lugar de enchufarme me animó y empezó a aplaudir. Pero el km 9 sin aparecer y el tema ya empezaba a ser dramático, cuando de repente al girar en una curva un cartel que decía “Meta 500 Metros”, la emoción me embargo y me vine arriba y encima comenzaba la cuesta abajo, así que incluso empece un suave sprint y la meta por Dios que alegría más inmensa.
Al cruzar la pancarta me encontré a la novia de un amigo y me puse a charlar con ella de lo fácil que era y lo sobrado que había llegado a la meta, pero había un molesto cri-cri que no nos dejaba charlar tranquilamente y de pronto caí, no había pisado la alfombrilla para que dejara de correr mi tiempo, así que fui rápido a pisar y estos segundo cruciales fueron los que hicieron que mi tiempo no fuese muy brillante, dejemoslo ahí.
Después los corredores seguimos avanzando por un pasillo donde te iban dando bebidas isotónicas y barritas energéticas, una alegría tras otro, yo amorticé el dinero de la inscripción en bebidas. Al final del pasillo había unas azafatas a las que entregar el chip y junto a ellas las clásicas vallas amarillas del Ayuntamiento y pensé subo el pié y me lo quito, ¡error! Era imposible levantar la pierna, así que tuve que echarme al suelo como un reptil y quitármelo.
Al salir de la zona de corredores estaban mis padres, mi chica y un buen amigo, ellos decían que para llevarme a casa, pero yo creo que para comprobar si seguía vivo y la verdad es que estaba vivo por poco y encima mis padres habían aparcado en otra ciudad, yo creo que me volví a hacer otros 10 km.
La cena de Nochevieja os la podéis imaginar, llegué a las uvas despierto por poco, pero lo mejor fue a la mañana siguiente cuando me levanté de la cama, bueno sería más correcto decir intenté levantarme de la cama. Al tercer intento lo conseguí, ahora bajar los escalones para ir a desayunar ya fue otro cantar, aquí sí que lloré, es más pensé quedarme a vivir en el piso de arriba para siempre y alguien ya se apiadaría y me sube la comida.
En el fondo una experiencia preciosa, correr por calles que normalmente están llenas de coches, la gente animando y estas agujetas que me van a durar hasta Semana Santa, pero el año que viene repìto.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario