jueves, 27 de noviembre de 2008

Butanito

Era una fría noche de Septiembre del 95 con un Galapagar en fiestas, nosotros tratábamos de calentarnos a base de copitas ya que habíamos salido abrigados únicamente con la Bomber que llevábamos al revés para que el forro naranja nos hiciera fácilmente reconocibles en la distancia.

Como siempre a las tres de la mañana nos encaminamos a la plaza de toros para disfrutar de la clásica Vaquilla del Aguardiente; Galapagar como pueblo taurino que es, en sus fiestas además de encierros y corridas de toros por las noches para el divertimento de los mozos soltaban unas vaquillas y el valor se demostraba consiguiendo chupitos de anís (nunca entendí bien el nombre) que servían en un chiringuito que había en el centro de la plaza esquivando los cuernos de los pequeños morlacos.

Allí estábamos los de siempre Iván, Jorge, Tote, Dudu, Fer, Oscar y Super, por turnos íbamos bajando de dos en dos a surtir al grupo de chupitos; algunos iban directos a por su objetivo cuando la vaca estaba en el lado opuesto de la plaza y otros nos regodeábamos más, haciendo correr la adrenalina por nuestras venas.

En un momento que sentí seca mi garganta me decidí a bajar a por un poco de ese anís que tantas alegrías nos había proporcionado y cuando estaba haciendo el chorra disfrutando de la sensación de la arena taurina bajo mis pies noto como me agarran por la espalda y veo como nos acercamos a la vaquilla; yo pensé que se trataba de Oscar, pero nos estábamos acercando demasiado, así que giré mi cabeza y vi que no se trataba de Oscar sino de un chavalote, del que ahora no recuerdo el nombre, que es el clásico que recorta a la vaca, la toca, la salta, … así que no os voy a engañar me acojoné.

Cuando estábamos al lado de la vaquilla el tío me soltó y salimos corriendo cada uno en una dirección, y yo iba pensando “por Dios, por Dios que le este persiguiendo a él”, pero cuando giré la cabeza vi como aquel enorme bicho negro me iba pisando los talones, apreté la carrera pero al momento volví a girarme y comprobé que era más rápida que yo.

En estas estaba corriendo todo lo rápido que podía mientras notaba el aliento de la vaquilla en el cogote, cuando se me vino a la cabeza una de esas ocurrencias geniales que te hacen cambiar la vida: “y si le hago un contrapié”, el concepto era sencillo echo el cuerpo hacía la izquierda y en movimiento rápido y brusco salgo disparado a la derecha.

Pero como en todos los planes perfectos algo había de fallar y en este caso fueron mis rodillas, cuando hice el gesto brusco me fallo una rodilla y se fue al suelo. Allí estaba yo en una genuflexión perfecta y con los brazos extendidos, como un torero lleno de arrojo y temeridad, una imagen perfecta de la valentía española sobre el albero, aunque la realidad fuese bien distinta. La vaca paso por delante de mis narices siguiendo la trayectoria que traía. Prácticamente pude oír como la plaza entera contenía la respiración en un momento de contenida emoción y un segundo después rompía en aplausos, con oles y gritos de torero, torero; pero estos fueron acallados por otros de Butanito, Butanito, Butanito, mote que me acompañó bastante tiempo; ya a salvo en el burladero mis amigos me abrazaban mientras un vecino le decía a Iván “¡¡¡vaya huevos tiene tu amigo!!!” y él le respondía hinchado por el orgullo:“no es mi amigo, es mi primo”, aunque pensaba “y los tenía de corbata”.

Y así es como acabo una de mis noches de mayor gloria taurina, aunque hay otras esta es sin duda la más grande y la que me dió el nombre de "el Niño der Butano".

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Pastel de carne

Es una receta que hacía mi abuela y que mi madre mejoró añadiéndole un producto típicamente argentino como el ají molido, bueno vamos allá que es muy fácil y muy resultón.

Yo lo suelo hacer con carne picada y acelgas, aunque se puede añadir zanahorias, puerro, sustituir las acelgas por espinacas, … Primero preparamos la carne salpimentándola con las especias que más nos gusten y la apartamos. A mí no me gustan las pencas así que me quedo solo con lo verde de las acelgas y las picamos y las echamos a una olla en la que estamos dorando unos ajos picados y cuando estén dorados salteamos bien las acelgas.

Una vez que las acelgas empiecen a reducir añadimos la carne y lo hacemos todo junto. Cuando esté todo hecho lo disponemos en el fondo de una fuente de barro y cubrimos con laminas de huevo duro y todo ello con puré de patatas (cocemos unas patatas, las machacamos y las mezclamos con leche hasta obtener una consistencia de puré), abundante queso (tierno o semicurado) rallado y al horno a 200º hasta que el queso esté fundido.

martes, 25 de noviembre de 2008

Alicia Martina 2

Después de mucho tiempo sin dejar nada colgado me he decidido a escribir un relato en el que describiera como vino al mundo la heredera.

Lo cierto es que había sido una tarde estupendísima, como diría mi amiga Meninjana, había jugado una partida de mus y aunque perdimos la de tiempo que hacía que no disfrutaba de este noble juego me entusiasmó. Después me acerqué a recoger unos papeles por mi antiguo curro y ya aproveché a tomar unas cañitas con dos “miembras”, que diría la ministra, de la Pineaple (algo de lo que ya hablaré en otra ocasión). Pues bien después de pasar una buena tarde llegué a casa y la verdad es que Patricia estaba muy divertida y nos hicimos mil bromas y recuerdo que en una de esas, mientras nos partíamos de risa, me dijo “vamos a parar que la risa descontrolada provoca el parto”.

Yo no hice mucho caso ya que estábamos a miércoles 22 de Octubre y todavía quedaban 5 días para que saliera de cuentas, pero a las dos de la mañana cuando estaba profundamente dormido, me despierta y me dice “creo que he roto aguas” y yo pensé “¡¡Dios que alguien ponga a hervir agua y prepare mantas!!”; pero Patricia puso cordura y me dijo que no nos preocupáramos que teníamos tiempo, así que tranquilamente nos duchamos, repasamos la maleta, … y a las tres y media nos plantábamos en Urgencias del Gregorio Marañón.

Al llegar a la sala de espera había una chica pasándolo fatal, con unos gritos que yo la verdad me acojoné, en estas llamaron a Paty y a mí no me dejaron pasar, pero a los 10 minutos salía ella y me confirmó que nos quedábamos; estaba yo absorto en mis pensamientos, vamos tratando de asimilar la idea de que iba a nacer ya cuando nos llamaron y nos condujeron a la habitación 4A16.

La habitación tenía una cama y un par de sillones de tortura, eso sí diseñados por Moneo, y nada ahí nos pasamos la noche disfrutando del sillón enano y contando tiempos entre las contracciones, la verdad es que el tiempo se pasó volando, hasta las dos en que entró la enfermera y nos dijo que recogiéramos todo y al paritorio, otro vuelco al corazón; y yo pensé “vaya ahora que tenemos habitación individual tenemos que cambiarnos”.

El paritorio 8 en el que iba a suceder todo estaba en la planta segunda, yo aproveché el traslado para apretarme unos sandwichitos de Rodilla. Después de estar un rato los dos solos en la sala conseguimos devolver los nervios a su sitio y además la matrona era amiga de Ana (la mujer de Josito) y eso nos tranquilizo mucho la verdad, tanto que en un momento dado nos quedamos sobados los dos. Poco a poco iba pasando el tiempo y cada poco me echaban para hacerle pruebas a Paty, en una de esas yo aproveché para ir a pillarme un Aquarius que tanto calor… A la vuelta oigo jaleo y mucha gente dentro, es más en un momento dado oigo “pero si el marido está fuera” y de repente se abrió la puerta y vi mucha gente y como se llevaban a Patricia, mientras me explicaban que tenía que ser cesárea, yo me acerqué a cogerle la mano a Paty y guiñarle un ojo.

La enfermera me dijo que en media hora me avisarían y la verdad es que yo pensé que como las otras medias horas, pero en 20 minutos, a las siete menos veinte, oí como me llamaban y fui corriendo como pude a la sala de reanimación. Cuando llegué la enfermera la tenía en brazos, solté lo que llevaba encima, abrigos, maleta,… y me acerqué a ella, tenía mucho pelo muy negro y parecía dormidita; me la pusieron en brazos y un escalofrío, como no había sentido nunca, me recorrió la espalda. La enfermera me dijo que Paty estaba bien y que en un par de horas se uniría a nosotros y me dejó allí solo con ella, me parecía increíblemente frágil y no podía dejar de mirarla, los ojos se me empañaron y sentí que era lo mejor que había hecho en la vida.

Luego nos subieron a la habitación 5C02, muy parecida a la otra y con más sillones de tortura de esos, pero yo estaba con mi niña en brazos y eso era lo único que me importaba. Cerca de las nueve y media vino Paty y vernos allí los tres juntos era una sensación increíble, la verdad es tan difícil de expresar el coctel de sensaciones que recorrían mi cuerpo que solo os voy a decir que es la mejor sensación del mundo.

La primera noche fue una tela, la pobre niña no paraba de llorar y cuando paraba de llorar entraba una enfermera como un elefante en una cacharrería dando todas las luces y la niña empezaba a llorar, la verdad es que hubo un momento que llegué a preocuparme por si todas las noches iban a ser como esa, pero la verdad es que la primera noche fue una excepción.

Estuvimos tres días en el hospital, el lunes nos fuimos para casa, al final por la tarde porque las pruebas de la bilirrubina dieron resultados regulares, dentro de los límites admisibles pero demasiado cerca del límite inferior, así que se las repitieron por la tarde y ya dieron buenos resultados y nos mandaron para casa.