lunes, 29 de noviembre de 2010

Experimento de los cinco monos

El otro día en el Master se comentó como que debemos plantearnos las líneas de actuación de la compañía, con el objetivo de ir renovandolas y conté este cuentito que me conocía; y me ha gustado rescatarlo, así que aquí lo dejo para vuestra reflexión.

En un experimento se metieron cinco monos en una habitación. En el centro de la misma ubicaron una escalera, y en lo alto, unos plátanos. Cuando uno de los monos ascendía por la escalera para acceder a los plátanos, los experimentadores rociaban al resto de monos con un chorro de agua fría. Al cabo de un tiempo, los monos asimilaron la conexión entre el uso de la escalera y el chorro de agua fría, de modo que cuando uno de ellos se aventuraba a ascender un busca de un plátano, el resto de monos se lo impedían con violencia. Al final, e incluso ante la tentación del alimento, ningún mono se atrevía a subir por la escalera.

En ese momento, los experimentadores extrajeron uno de los cinco monos iniciales e introdujeron uno nuevo en la habitación.

El mono nuevo, naturalmente, trepó por la escalera en busca de los plátanos. En cuanto los demás observaron sus intenciones, se abalanzaron sobre él y lo bajaron a golpes antes de que el chorro de agua fría hiciera su aparición. Después de repetirse la experiencia varias veces, al final el nuevo mono comprendió que era mejor para su integridad renunciar a ascender por la escalera.

Los experimentadores sustituyeron otra vez a uno de los monos del grupo inicial. El primer mono sustituido participó con especial interés en las palizas al nuevo mono trepador.

Posteriormente se repitió el proceso con el tercer, cuarto y quinto mono, hasta que llegó un momento en que todos los monos del experimento inicial habían sido sustituidos.

En ese momento, los experimentadores se encontraron con algo sorprendente. Ninguno de los monos que había en la habitación había recibido nunca el chorro de agua fría. Sin embargo, ninguno se atrevía a trepar para hacerse con los plátanos. Si hubieran podido preguntar a los primates por qué no subían para alcanzar el alimento, probablemente la respuesta hubiera sido esta “No lo sé, aquí las cosas se hacen así”.

jueves, 25 de noviembre de 2010

La Boda de Vito: Road Trip

Había llegado el momento de cruzar España, yo que sobrevivo en Almería tenía la boda de un hermano en Pontevedra, así que estuvimos planificando el tema durante semanas, incluso meses; pero la coincidencia con la SEM me obligaba a estar en Almería el lunes, al pie del cañón como Dios manda. Siguiendo el consejo de mi padre alquilé un coche para llegar a Madrid y a la vuelta iría en autobús, pero el tramo central del viaje lo haría con Tena.

Al final acabé saliendo muy tarde la reunión en Almería y por tanto llegué a Madrid de noche y tuvimos que abortar el viaje a León, con las ganas que teníamos de comer una morcillita en la Bicha, total que nos fuimos a la cama temprano con la intención de madrugar al día siguiente y así fue yo madrugué y a Fer le despertó mi llamada. Acabamos saliendo antes de las nueve de la mañana y la primera parada sería Ribadavia.

El viaje se estaba haciendo bien pero llegamos a Ribadavia con ganas de bajarnos del coche y echarnos unas cervecillas y de hecho fue lo primero que hicimos, buscar la plaza del Ayuntamiento y entrar en el primer bar, dos cervezacas homologadísimas, pero la tapa no fue muy allá con lo que pasamos al siguiente bar.

Y fue en ese segundo bar donde empezó todo, estábamos hablando de pedir pulpo y un parroquiano nos dice que allí no íbamos a encontrar pulpo y nos pusimos a charlar, surgió el tema del futbol, como no podía ser de otra manera entre hombres tomando cerveza; y resultó que el figura era del atleti y para qué quieres más; Fer se emocionó y ahí empezó a ser nuestro nuevo más mejor amigo. En aquel bar cayeron tres ronditas, una toritllita y unas empanadas que estaban buenísimas; en este punto este hombre nos sugiere que vayamos con él que nos va a enseñar una taberna digna de conocerse en la judería y ni cortos ni perezosos con él que nos fuimos; y mereció la pena, era una taberna de principios del siglo XX que se mantenía tal y como la inauguraron y allí cayó otra cervecita. Quisimos invitar al gran Aboy pero resultaba que allí nuestro dinero no valía, así que cuando nos dijo de ir a comer le dijimos que sí.

Nos dijo que le siguiéramos con el coche y nos saca del pueblo y entramos en un bosque, en ese punto nos venían a la cabeza todas esas historias gore sobre la Galicia profunda y yo iba con el 112 marcado en el móvil a punto de darle a la tecla verde en cuanto el tema se pusieras regular “na” más. Pero nada más lejos de nuestros negros augurios, nos llevo a comer a un sitio increíble donde pedimos callos con garbanzos y churrasco, el clásico menú de dieta, que íbamos a una boda. La bandeja de churrasco era para verla, 6 faldas, 2 chorizos y una montaña de patatas fritas y solo era para dos, ¡¡impresionante!!

Durante la comida nuestro cicerone nos contó un montón de batallas a cada cual más entretenida y con la cerveza, los digestivos y las copas la verdad es que estábamos bien a gusto, pero después de invitarle a comer (por 30€ todo, era como de broma) decidimos seguir camino y nos alegramos de haber conocido a este personaje que siempre quedará en la memoria.

Llegamos a Pontevedra a las cinco y pico y después de arreglar las cosas en el hotel de Tena nos subimos al Pazo donde estaba yo alojado, aún me sorprende como en nuestras lamentables circunstancias conseguimos dar con él a la primera. Dejé mis cosas, me pegué un duchazo y tras comprobar que mis padres y hermano pequeño iban a tardar decidí bajar con Fer a Pontevedra y allí se preparó él y quedamos con los que ya habían llegado a cenar. Alex, Laura, Tere y Juan tuvieron que esperarnos un ratillo porque aquella iba a ser la primera vez que nos perdiéramos por Pontevedra y no sería la última; pero al final dimos con ellos y pudimos cenar y de coña por 20€ con su empanada de zamburiñas, su pulpo, sus navajas, su salpicón, su postre y sus cafés; vamos otro regalito de la tierra.

Después de cenar teníamos la fiesta preboda, creo que recorrimos tres veces Pontevedra, al final la pobre de Mariana tuvo que salir a buscarnos, aunque ya estábamos en el buen camino habíamos tomado la decisión de destituir al guía. Aunque costó llegar al Decada, mereció la pena, fue una fiesta de esas difíciles de olvidar; tuvo de todo sus momentos copas, la llegada de los que faltaban, el video que puso Mariana de nuestra historia, el Parará, su momento cochina, … un poquito de todo que es lo que hace grande una noche.

Cuando ya parecía que aquello no subiría más, salgo a tomar el aire un poco porque estaba un pelín roto y charlando fuera con Alex y Laura veo bajar por la calle un tipo que me resulta familiar, nos quedamos mirando diciendo “es absolutamente imposible”; me había encontrado en una calle de Pontevedra a Cubi 10 años después, uno de los mejores pilieres que ha pasado por la Complu; total que aquel encuentro había que regarlo y nos liamos a tomar copas, se lo presenté a estos y cuando nos echaron de Decada dejamos que él nos guiara no sin antes convertirse en amigo del alma de Dani; acabamos la noche cantando y recorriendo las calles de Pontevedra (para variar) en busca de algo que echarnos al estomago.

Dormí en la habitación de Fer, cosa que en algún momento de la noche pensé improbable, y de hecho en algún momento de la noche cambiamos de cama, no le dejaba dormir al pobre; total que cuando me desperté a las doce no había dormido casi nada y encima tenía una afonía de caballo, algo que no habría sido demasiado importante si no es porque leía esa misma tarde. Cogí el coche me fui al Pazo y me metí en la cama, solo me levanté para comer; por cierto la comida flojísima y muy preocupados que nos quedamos de cara a la noche.

Después de la siesta y enfundado en el chaqué me sentí mucho mejor, aunque sin voz. Bajamos a Pontevedra, dejando el coche en un Parking y fuimos andando guiados por mi padre, por fin alguien que se había preparado el recorrido. Mientras íbamos por el casco antiguo de la ciudad nos cruzamos con un tipo que llevaba una guitarra y con su voz rota de rockero castigado por los años dijo dejando caer la funda de la guitarra al suelo al paso de mis hermanos y mío (los tres de chaqué) “todavía queda elegancia en este país” a lo que le respondimos dando las gracias y preocupándonos por su guitarra; cuando se cruzó con nuestros padres les dijo: y encima educados”. Son de esas cosillas que tanto me gustan a mí.

Allí estábamos todos preparados esperando a que comenzara, algunos con nervios incluso. En un momento dado, me acerqué al sacerdote y le pregunté por las lecturas y demás y me dijo que no había salmo, algo que me extrañó, pero que yo no discutí. Así que cuando el hermano de Mariana terminó de leer yo me levanté y me dirigí al pulpito, pero el coro se lanzó a cantar el Salmo, así que hice como Chiquito y retrocedí un poco de manera que no se me viera detrás de la columna y de pronto se calla el coro y yo me arranco, pero vuelven a cantar, otra vez para atrás; la tercera vez que me pasó estaban cantando el Aleluya (nota para ateazos: es mucho después). Tantos intentos había hecho yo que cuando me tocó de verdad tropecé con el escalón de madera y llegué a trompicones a leer. Era consciente de que la voz no me iba a durar mucho así que leí algo rápido, extremo que fue utilizado por algunos.

Terminada la misa, que la verdad nos emocionó un rato, nos fuimos a echar la clásica cañita de antes del banquete, firmamos la tarjeta, nos hicimos fotos y cuando acabamos de hacer el chorra nos dirigimos al hotel donde estaban estos, que era el punto desde el que sabíamos ir al Pazo, pero unos cuantos tenían que ir a por su coche y como siempre en Pontevedra se perdieron y tardaron lo que no está escrito, total que cuando llegamos al Pazo estaba todo el mundo sentado y los novios en la puerta esperando a que llegásemos nosotros para entrar, si hubiéramos tenido un poro era para sentir vergüenza, la verdad.

La cena fue espectacular, sin lugar a dudas la mejor de todas las bodas en las que he estado, primero salpicón; repetí tres veces y por vergüenza torera, porque estaba para tocarle palmas; después las cigalas, solo decir que si llegan a estar malas no nos da una intoxicación, nos morimos directamente. En estas andábamos medio llenos cuando llegaron las vieiras, es de las cosas que más me gustan, gratinaditas, una pasada me vi obligado a comerme cinco. Y ahora ya sí que estaba reventado, pero llegó la carne cordero y ternera; pedí un poco de cordero, por cumplir más que nada y sin ganas probé la ternera y era espectacular, de las mejores que he probado en mi vida (y alguna que otra ya hemos tomado), así que tuve que pedir un poquitín.

La cena que tuvo de todo, hasta una Queimada; fue espectacular, pero habíamos comido como salvajes y la noche anterior había sido muy larga, así que estábamos todos en plan me voy a la cama en breve, pero antes una copita, y así empezó el baile con todos nosotros haciéndonos fuertes al final de la barra. La gente iba y venía, bailaba,… nosotros solo estábamos allí y poco a poco la selección natural fue haciendo su trabajo y empezamos a expansionarnos. Momento que aproveche para ponerme las All Star, algo que habíamos dicho que haríamos todos y que solo tenía yo preparado, por supuesto me cambié la corbata para que fuera a juego con las zapas. Fue bastante gracioso, pero seguimos a nuestra bola, empezando a bailar un poco y cuando nos dimos cuenta estábamos solo nosotros, parecía una cenita en el sótano de Blasco, pero sin que Dani fuera en pijama.

A la mañana siguiente nos levantamos como pudimos, desayuné con los ya esposos y me fui a buscar a Tena, desayunamos tranquilamente con Lara y salimos de camino a Madrid, que a mí me quedaba un viaje muy largo; así que esta vez lo tomamos con más calma, simplemente paramos a comer donde había más camiones, ya en la provincia de Valladolid y llegamos a Galapa a media tarde; yo deambulé por la casa hasta la hora del tren para ir a Madrid a coger el bus; tren que se quedó parado en La Navata, así que Jorge me tuvo que llevar a Madrid y una vez en el Bus pude descansar un poquito y lo cierto es que me quedé dormido antes de salir de la estación y lo siguiente que vi fue: "Almería 3".

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Un día cualquiera

Muchos me habéis preguntado cómo es un día normal y su organización. La verdad es que no es muy difícil; me levanto y le preparo el desayuno a la peque y mientras se lo toma hago su mochila para la guarde y me lavo los dientes y esas cosillas. Cuando ha terminado la pongo en el orinal mientras me cambio en el pasillo para que me vea y juguemos un poco y después la visto y a la guarde, dejo el coche junto al bus y me vengo para la ofi.

A mediodía la recojo y cuando llego a casa trato de hacerme la comida y después un pelín de descanso mientras juega a su bola por la casa, ahora con el fresquete se acabo el tema patio, pero bueno. Después nos vamos a los columpios o a la playa y echamos el ratillo.

Vuelta a casa y tema baño y cena; y por fin a eso de las ocho y media o nueve de la noche llega el momento de silencio a la casa, me pego un duchazo y puedo preparar el puré de la niña para el día siguiente, mi cena y dejar preparada una lavadora si toca. Y después de todo eso llega ese cigarrito con una cervecilla en el patio y a prepararse para el día siguiente.