miércoles, 28 de octubre de 2009

Los Puentes de Madison

El otro día pusieron en la tele Los Puentes de Madison, la famosa peli del gemelo gay de nuestro admirado Clint, y después de 15 años de mantener una promesa y a sabiendas de que la contraparte la había incumplido mucho tiempo atrás decidí verla; no os voy a engañar la peli me hizo sentir un nudo en la garganta que…

Pero este post no va de la peli, sino de mediados de los noventa cuando mi cuerpo estaba en Madrid y mi cabeza en Murcia. Creo que forjamos una amistad para siempre, de hecho a día de hoy seguimos todos juntos, más o menos; algunos han caído pero cuando nos juntamos volvemos a ser los de siempre, es lo que tiene hacerse mayor, dejas de valorar las cosas realmente importantes y te preocupas por chorradas como la hipoteca, el curro o el coche.

Éramos los mejores, nuestro rincón del muro del paseo marítimo sigue intacto y esperando esos pocos días en los que aún nos juntamos, aunque ahora esté triunfando el rollito casa rural, que la verdad es un punto y no dejo de felicitar a los jefes que se encargan de organizarlo.

Aún recuerdo cuando dijimos, Dios nos hemos hecho mayores, hemos quedado a las cuatro para tomar café y estamos tomando café en la terraza y no una copita jugando al billar, o aquellas tardes sin final jugando al futbol o al vóley en la playa; con la única intención de tratar de impresionar a alguna niña.

Aquellos días en los que me escapaba a Murcia y me refugiaba en Las Jarras, nunca habrá un camarero como el Puzles; a veces rememoro todas aquellas historias, de cuando el Conde Crápula pedía asilo político y siempre pasaban mil cosas en un finde, de cuando cada día llegaba una carta y yo escribía sin parar.

Míticas historias como el cumple de Ana, “la abuela al morir”, la cucaña, las fiestas de la espuma, tomar margaritas dentro del mar, el club de los poetas muertos, EUDLF, … quedaran para siempre en el recuerdo de todos nosotros y por eso y porque quiero que nada nos separe nunca, quiero recordar a Iván, Paqui, Curri, Eva, Queen, Santi, Carol, Tender, Mc Gregor, Grobert, Isa, Alfonso, Fran, Mado, Ana, Elenita, Alberto, Aurora, Daniel, … y tantos otros que pasaron aunque sea esporádicamente por nuestras vidas.

lunes, 26 de octubre de 2009

Ensalada Louisina de VIPS

Es un tema apasionante al que llegué por una charla con una querida amiga sobre las ensaladas del VIPS, y parece que ésta en concreto es el secreto mejor guardado de internete. De momento tengo lo siguiente: en cuanto a ingredientes lo visible por todos: lechugas varias (romana, iceberg y hoja de roble -creo-), bacón frito, pimiento rojo crudo, picatostes (denominado croutons por los afrancesados), cebolla frita, pollo y una salsa.

Yendo por partes la cebolla frita, se puede comprar en IKEA, por ejemplo, pero qué demonios vamos a tratar de hacerla como Dios manda. Lo primero es usar cebolla morada o escalonias (ya sabes que los horterillas las llaman chalotas) y cortada fina tenerla un tiempo en leche con pimienta para que se ponga tersa. Una vez bien escurrida freírla en abundante aceite muy caliente y secarla en un papel absorvente, salar convenientemente.

El pollo otro temita, hay que macerarlo previamente en aceite, abundante miel, bourbon, pimienta, perejil, ajo picado, unas gotas de limón y soja. Lo tenemos ahí mínimo una horita y a la plancha con ello en dados.

Y el gran misterio, parece que el tema es una salsa de mayonesa, bourbon, melaza, ajo picado, cebolla picada y perejil; aunque no creo mucho en ello porque no me parece que la base sea una mayonesa; así que yo voy a probar a dorar cebolla fresca bien picada en mantequilla y fuera del fuego añadir yogur y el liquido de maceración del pollo.

Para los que hemos vivido en Madrid y ahora estamos lejos el VIPS es el gran añorado, un sitio en el que puedes comer cualquier cosilla a cualquier hora; así que espero que con esto lo echeis en falta algo menos.

viernes, 9 de octubre de 2009

Macarrones con anchoas sin ellas

Un curioso plato que preparó mi chica el otro día y la verdad es que resultó increíble. Coced la pasta, lo más blanca posible para que todo el sabor lo den las anchoas; una vez cocida escurrir y en la olla echad un poco de aceite y cuando se haya calentado echad unos ajos y unas anchoas, una vez disueltas las anchoas añadid los macarrones y salteadlos un poco, añadiendo algo de pimiento asado y retirad del fuego, cascar un par de huevos para que tenga algo de untuosidad y abundante queso rallado y un chorrito de AOVE.

El resultado es excelente, una de esas cosas que te dejan muy sorprendido os animo a hacerlo.

jueves, 8 de octubre de 2009

El anillo

Esta es una de esas historias que solo me pasan a mí, y verdad es que ahora me río, aunque aquel día … Bueno empezaremos por el principio, esa semana vinieron mi hermano mediano y un amigo a visitarme al sur, yo apenas llevaba unos meses por aquí, y primero vinieron los chicos y en el finde venían sus novias; así que tenía a los muchachos desatados y el jueves salimos a ver cómo estaban los garitos de por aquí y después de mil copas y de decirle a una que se parecía a la Lore de Aída (que encima le gusto, ojito al nivel) decidimos que ya era hora de volvernos a casa.

Ahí estábamos nosotros con nuestras copas paseando por el paseo marítimo y el mar venga a decirnos, en su lenguaje como decía Mecano, “bañaos”, “no seáis tontos, que mola” y otras muchas cosas. Total que no teníamos otra que hacerle caso.

Y como casi siempre que uno se baña en el entrono de las seis de la mañana, la indumentaria es la misma, vamos ninguna. Yo que soy muy cuidadoso metí todo en los bolsillos de mi pantalón; las gafas, la alianza, las llaves, … y al agua patos.

Bueno pues uno de los nuestros no se bañó y se le ocurrió que sería graciosísimo coger la ropa y salir corriendo, desde el agua, que le veíamos perfectamente le dijimos: pero ¿qué haces memo? Así que el tío soltó la ropa y nos reímos todos.

Risa que torno en llanto cuando al salir del agua me pongo los pantalones y descubro, realmente atónito, que tenía los bolsillos vacios: las llaves, las gafas, la cartera, el móvil, pero sobretodo el anillo de boda; en ese momento pensé en todo lo que me haría Patricia y creí que lo más justo sería hacérselo al muchacho este; pero la sangre no llegó al río.

Así que nos pusimos a buscar, ayudados de la increíble luz que desprenden los móviles, encontramos mi teléfono y ya teníamos tres “superlinternas”; y aquello no avanzaba, así que el muchacho en cuestión ideó un plan, lo cierto es que brillante, que consistía en llamar a la policía y decirles que mientras nos bañábamos unos mamarrachos habían intentado robarnos la ropa y como les pillamos la soltaron, pero no encontrábamos las llaves ni demás. Lo que era técnicamente cierto.

La verdad es que yo lo estaba pasando bastante mal, porque sin gafas no aportaba nada al equipo y … pero llegaron los polis con sus linternas de verdad y enseguida aparecieron mis gafas lo que hizo que nos viniéramos arriba, luego la cartera, las llaves y alguna moneda suelta; pero del anillo ni rastro y los polis dieron por cumplida su misión tratando de explicarnos lo de una aguja en un pajar.

Así que decidimos volvernos a casa y por el paseo el chico este se sentía fatal, y yo le decía peor me voy a sentir yo cuando se entere la jefa, pero que no se preocupara que teníamos casi todo y que íbamos dormir en la casa, algo por lo que yo no apostaba.

Cuando llegamos a casa el tío me pide una linterna y le digo que no hace falta que es imposible, bla, bla, bla. Pero el tío cogió la linterna y se fue con mi hermano a buscarlo, yo como tenía que currar, a la cama.

A la mañana siguiente, suena el despertador y lo primero que veo es el anillo en mi dedo y lo primero que pensé: vaya sueño raro que he tenido esta noche; y luego me di cuenta de que había sido verdad y entonces pensé: qué Nieves Herrero son estos poniéndome el anillo mientras dormía; pero por lo visto hablé con ellos y demás.

El asunto es que todo acabó bien y que ahora nos reímos con aquella historieta, que poco a poco ha ayudado a forjar nuestro carácter.

martes, 6 de octubre de 2009

Las tribulaciones de Camilo en China

Lo primero es pedirle perdón a Julio Verne por el saqueo, y lo segundo es que llevaba un tiempo pensando en escribir sobre aquellas 5 maravillosas semanas entre Tianjin y Pekín, lo cierto es que ahora se recuerdan con cariño y como algo genial, pero tuvieron su aquel.

Bueno empezaré por el principio, salimos con retraso de Madrid lo que era una alegría teniendo en cuenta que para la conexión en Amsterdam teníamos muy poco tiempo. Fue divertidísimo ver los folletos del aeropuerto y comprobar que de una puerta a la otra se tardaban 15 minutos y que nosotros disponíamos de 10, esa clásica escena de todas las pelis corriendo por el aeropuerto, parecíamos delincuentes y yo pensé como nos pare un policía a ver cómo le explicamos que perdemos el vuelo en 5 minutos, que era el tiempo que teníamos al final; yo tenía pensado decirle que era el Duque de Alba y que los discutíamos junto al fuego, pero al final la sangre no llegó al río y cogimos el avión a Pekín, con el corazón saliéndosenos por la boca, pero lo cogimos.

Por fin 10 horas después de estar en un sitio diseñado para alguien que mide 1,20m. estábamos en Pekín, todo nos impresionaba; los letreros, la gente, esos policías que me llegaban a la cintura, … Habían ido a buscarnos y nos llevaron a Tianjin, todo era diferente, en ese momento nos llamaba la atención hasta el color del césped. Nos dejaron en el hotel y nos dijeron que descansásemos que nos recogerían para cenar. Decidimos que lo mejor era hacerse al horario local cuanto antes y a las dos bajamos a comer al restaurante del hotel, nos decidimos por un arroz tres delicias que era lo más parecido al chino del barrio.

Ese primer día nos dieron una vuelta por Tianjin y nos fuimos a un acuario, muy chulo con un montón de peces distintos, con sus caminitos de madera y en estas estaba yo disfrutando del paseo cuando Riu Liu viene y me da una redecilla, y yo le pregunto para qué y me dice para pescar la cena … os podéis imaginar mi cara ¡¡estabamos en un restaurante no en un acuario!!

Al día siguiente después de una ligera reunión matutina, nos dijo Teresa Li, vamos a comer a un campo de futbol, que cosa más chula pensé yo. El sitio era curioso, se veía el campo, aunque hacía varios años que allí no se jugaba, pero bueno. Comida de Shanghái nos dijeron, desde entonces tengo apuntado no comer en Shanghái, os comento decidimos comer pollo, en plena gripe aviar por cierto, que retrasamos en viaje un par de veces por las recomendaciones de la OMS, pues bien allí estaba el pollo, estaban las salsas, pero a alguien se le había olvidado pasar el pollo por el horno. ¡Pollo crudo! Y ¡entero! Ahí estaba con su cresta y su pico mirándote, lo probé y efectivamente sabía a pollo crudo una tela, queridos; así que allí estaba yo comiendo pollo crudo para no ofender a nuestros anfitriones.

Estuvimos viendo las grandes obras de infraestructura de la ciudad, fuimos al puerto que era realmente impresionante, con un montón de grúas Post-Panamax, y fuimos a comer, cosa que yo ya había empezado a temer, y la verdad es que estaba todo muy bueno, pescadito, cigalas a la plancha con algo de picante, langosta cocida (lo especifico porque no siempre era así, ya os contaré) y de repente unas gambas que tenían una pinta, vamos para tocarles palmas, cojo mis palillos (después de dos días Teresa ya me dejaba usarlos, al principio me obligaba a tirar de tenedor que me daba la sensación del niño pequeño al que no le dejan el cuchillo) me meto la gamba en la boca y noto un sabor extraño, y le pregunto a Riu ¿estas gambas? Y sin despeinarse me responde: “gambas en almíbar” Os podéis imaginar mi cara, pero por favor que eso son los melocotones, ¿a alguien le falta una hoja de su libro de cocina?

Otro día fuimos a ver las obras del metro, lo que más me impresionó fue que por lo visto se descapitalizaron y pusieron un anuncio para que voluntarios fueran a echar una mano a la obra, vamos el clásico a picar piedra y aparecieron 2.000 tíos de media durante 14 días, igualico que en España, pensé yo. Ese día fuimos en el que celebraban las bodas de la alta sociedad y vaya tela, ese rojo, ese dorado; esta claro que la alta sociedad de aquí podría vivir feliz en Bronstoles, los salones de boda son muy parecidos.

Los findes nos íbamos a Pekín, el primero me dejé el móvil y el pasaporte en Tianjin, y fue realmente complicado conseguir una habitación sin documentación, pero bueno conseguimos una y nos lanzamos a hacer lo que hace todo el mundo en Pekín comprar en mercadillos, me llevé de todo y aún me arrepiento de no haber pillado aquellos 10 polos a 10 euros. De todas maneras de Pekín me llevo mil cosas: la ciudad prohibida, gente vestida como cuando Mao, el club Suzie Wong (un antiguo fumadero de opio en el que tomábamos tequila tumbados), la Gran Muralla (están locos estos romanos), el pato laqueado (no hay nada comparado con el que tomas allí), los monjes budistas, volar cometas en Tianmen, …

Pero como cada domingo por la tarde había que volver a Tianjin, recuerdo la primera vuelta, sin móvil y sin pasaporte, me bajo a recepción y le digo a la chica de recepción: me pides un taxi para la estación de tren y me dice ¿para cual? No sé cómo no había caído en la posibilidad de que en una ciudad de 17,5 millones de habitantes cabría la posibilidad de que hubiera más de una estación; ese día volví en autobús. Recuerdo lo pequeñito que me sentí metido en un taxi al que le había dado las indicaciones otra persona y que me estaba llevando a dónde el considerara oportuno y con quien era imposible comunicarse, está claro que somos un punto en el universo, en eso momento absolutamente nadie sabía dónde estaba yo, ni tan siquiera yo mismo y no os voy a engañar da bastante vértigo.

Lo curioso fue al llegar a Tianjin, pensé en cuanto vea algo que me suene me bajo y después de dar mil vueltas por la ciudad, el autobús se para y se baja todo el mundo y yo pensé bueno un taxi y al hotel. Me acerco al primer taxi y le digo “Hyatt Hotel”, el tío me mira con cara de “pero a este que le pasa en la boca” y decido marcar más la pronunciación “jayat jotel”. Después de varios intentos el tío sale del taxi y empieza a llamar a compañeros; os podéis imaginar la escena: en una parada de taxis un tío de dos metros y seis o siete chinos de metro cincuenta, de foto. Era buenísimo, ahora me río en aquel momento casi me echo a llorar, venía mi taxista y me hacía un gesto como para que repitiera el nombre, yo decía jayat jotel de todas las formas que se me ocurría y entonces ellos hacían un circulo y se ponían a discutir y al rato venía uno y me hacía repetir. Así hasta que me acorde de que llevaba una factura del hotel en el traje (mira que me quejé de aquella reunión en la embajada un sábado, pero me salvo) y le enseño el papel y me dice: jayat jotel; casi lo mato; pero contra todo pronóstico esa noche dormí en el hotel.

De vuelta en Tianjin seguí con mi, llamemos sorprendente, ruta gastronómica os voy a contar cuatro detallitos para que se os haga la boca agua y os llene de envidia. Un día Teresa Li me pregunta si me gusta la fondue y yo dije que clara que sí tanto la de queso como la de carne; y me llevo a un restaurante coreano diciéndome que era muy parecido; lo mismito vamos, era un perolo de agua hirviendo y unas tiras de carne, que yo quiero pensar vacuno aunque tratándose de un coreano … y la gracia era coger la carne con los palillos, procurar que no se te escaldara la mano y luego echarle a la carne cocida una salsa de soja, lechuga y una hoja de hierbabuena, la clásica fondue que te puedes tomar en la ciudad viaja de Berna. No todo era así había unas brochetas de sepia con sésamo que tenían su puntito. Otro día Teresa que ya estaba desautorizadísima, me propuso ir a comer a un restaurante español. ¡¡¡Vaya tela!!! Lo dejaremos en curioseras, un montón de platos “españoles” y en medio de la comida unas tostadas de mantequilla y mermelada, la clásica comida de domingo en cualquier hogar de Castilla. Luego pensé que seguro que los chinos cuando vienen aquí a un restaurante idem pues …

Otro día fuimos a comer Langosta a uno de los mejores sitios, me dijeron que era cruda, yo ya no me asustaba por nada, eso pensé yo. Pues una vez más consiguieron sorprenderme, la pobre langosta que tenía su cuerpo picadito alrededor de ella todavía movía las antenas cuando llegó a la mesa y me explicaron que eso es lo que hace que un sitio sea bueno que la langosta mueva las antenas, como decían en El Diario de Bridget Jones: raza cruel.

Mi querido Riu Liu (al que yo en Madrid llevé al 5 J’s) me dijo que si me apetecía pato y ya os conté lo que me molaba, así que fuimos a uno de los sitios míticos y bueno ahí andamos con los clásicos mil platos de una comida china, su clásica sopa de mercurio incluida (es para verla yo me negué a probarla, es que era tal cual mercurio); en una de esas me acercan un plato con una salsa amarilla y digo yo a ver; ¡¡acojonante!! Llegué a echar de menos el pollo del segundo día. Y me pregunta ¿te gusta? Y yo, bueeeeeno; y me dice “pato” y yo “¿qué pato?”. Y entonces con toda la tranquilidad que le caracteriza me explica que son las membranas de las patas de un pato con mostaza; tócate los … mariloli. La textura, el sabor, … una alegría tras otra vamos.

No todo era disfrutar en la mesa algún que otro día nos fuimos de copas y os digo que fue increíble, primero estuvimos en un garito de copas muy al estilo de aquí, jugando a los dados y el que palmaba bebía; luego un discotecon con sus gogos y todo y a las tres y media o por ahí nos cambiamos de sitio, yo pensé que a otra discoteca, pero no fuimos al garito de los mundos. Una pasada era un edificio de varias plantas, entrabas y para una lado iban las chicas y al otro los tíos, pasabas a unas taquillas y dejabas la ropa para ir a un blaneario urbano de la leche con todo tipo de apechusques, me encantaban las tumbonas dentro de una piscina de burbujas en frente de una pantalla de cine, si hubiera entendido el chino ya me habría vuelto loco. Un poquito de sauna, un poco de nebulizada, … y sobre todo que allí estábamos todos desnudos y es muy bueno para el ego de un occidental; aún hay una inscripción mía “a Mr. Trípode con cariño”.

Después pasabas a otro cuarto donde te daban un pijamita de Ralph Lauren, como no podía ser de otra manera, y ya subías a otro piso donde te juntabas con las chicas y había barras para tomar copas, salas de cine, salas para dormir, billares, comida de todo tipo, masajes, … me pareció una virguería. Y lo más gracioso es que todos con nuestro pijamita por aquella ciudad del ocio en un solo edificio. A la mañana siguiente pasamos por el spa y a currar.

Vamos una experiencia en toda regla y no os voy a engañar a pesar de todas las coñitas estoy deseando volver y recomiendo a cualquiera que se lo plantee que se pase por allí y disfrute de la locura de cada cruce con todos los giros permitidos y mil bicis, aunque en Pekin ya queden menos.