Esta es una de esas historias que solo me pasan a mí, y verdad es que ahora me río, aunque aquel día … Bueno empezaremos por el principio, esa semana vinieron mi hermano mediano y un amigo a visitarme al sur, yo apenas llevaba unos meses por aquí, y primero vinieron los chicos y en el finde venían sus novias; así que tenía a los muchachos desatados y el jueves salimos a ver cómo estaban los garitos de por aquí y después de mil copas y de decirle a una que se parecía a la Lore de Aída (que encima le gusto, ojito al nivel) decidimos que ya era hora de volvernos a casa.
Ahí estábamos nosotros con nuestras copas paseando por el paseo marítimo y el mar venga a decirnos, en su lenguaje como decía Mecano, “bañaos”, “no seáis tontos, que mola” y otras muchas cosas. Total que no teníamos otra que hacerle caso.
Y como casi siempre que uno se baña en el entrono de las seis de la mañana, la indumentaria es la misma, vamos ninguna. Yo que soy muy cuidadoso metí todo en los bolsillos de mi pantalón; las gafas, la alianza, las llaves, … y al agua patos.
Bueno pues uno de los nuestros no se bañó y se le ocurrió que sería graciosísimo coger la ropa y salir corriendo, desde el agua, que le veíamos perfectamente le dijimos: pero ¿qué haces memo? Así que el tío soltó la ropa y nos reímos todos.
Risa que torno en llanto cuando al salir del agua me pongo los pantalones y descubro, realmente atónito, que tenía los bolsillos vacios: las llaves, las gafas, la cartera, el móvil, pero sobretodo el anillo de boda; en ese momento pensé en todo lo que me haría Patricia y creí que lo más justo sería hacérselo al muchacho este; pero la sangre no llegó al río.
Así que nos pusimos a buscar, ayudados de la increíble luz que desprenden los móviles, encontramos mi teléfono y ya teníamos tres “superlinternas”; y aquello no avanzaba, así que el muchacho en cuestión ideó un plan, lo cierto es que brillante, que consistía en llamar a la policía y decirles que mientras nos bañábamos unos mamarrachos habían intentado robarnos la ropa y como les pillamos la soltaron, pero no encontrábamos las llaves ni demás. Lo que era técnicamente cierto.
La verdad es que yo lo estaba pasando bastante mal, porque sin gafas no aportaba nada al equipo y … pero llegaron los polis con sus linternas de verdad y enseguida aparecieron mis gafas lo que hizo que nos viniéramos arriba, luego la cartera, las llaves y alguna moneda suelta; pero del anillo ni rastro y los polis dieron por cumplida su misión tratando de explicarnos lo de una aguja en un pajar.
Así que decidimos volvernos a casa y por el paseo el chico este se sentía fatal, y yo le decía peor me voy a sentir yo cuando se entere la jefa, pero que no se preocupara que teníamos casi todo y que íbamos dormir en la casa, algo por lo que yo no apostaba.
Cuando llegamos a casa el tío me pide una linterna y le digo que no hace falta que es imposible, bla, bla, bla. Pero el tío cogió la linterna y se fue con mi hermano a buscarlo, yo como tenía que currar, a la cama.
A la mañana siguiente, suena el despertador y lo primero que veo es el anillo en mi dedo y lo primero que pensé: vaya sueño raro que he tenido esta noche; y luego me di cuenta de que había sido verdad y entonces pensé: qué Nieves Herrero son estos poniéndome el anillo mientras dormía; pero por lo visto hablé con ellos y demás.
El asunto es que todo acabó bien y que ahora nos reímos con aquella historieta, que poco a poco ha ayudado a forjar nuestro carácter.
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