Corrían los días previos a las Navidades 98-99 y Vodafone, que en aquel entonces se llamaba Airtel había pagado a un crio para que nos taladrara con su “Hola soy Edu, Feliz Navidad” y la verdad es que yo quería poder colocar mi “Hola soy Cami, ya tengo el carné”.
Las fechas se iban echando encima y yo no lo veía, además me iba a ir un mes de vacaciones (las Navidades de antes si que molaban) a Brasil, dónde vivían mis padres, y pensaba que se me iba a olvidar todo, pero al igual que con el teórico; el último día, me presentaba al examen práctico de conducir.
Hablando del teórico fue una tela, me costó cuatro convocatorias y es que siempre la cagaba por poco, la primera dudé en 5 y tuve 5 fallos, y mira que pensé poner C en esas 5 que dudaba (probabilidad queridos). La segunda otros 5, os recuerdo que con 4 se aprobaba. La tercera fue un desastre total, 8 fallos si no recuerdo mal. Y el día antes de la cuarta mi hermano mediano estaba con unos amigos de botellón en la piscina, lo clásico para un 30 de Julio por la noche, así que me uní; luego me quede dormido y llegue al examen de milagro y con un ligero dolor de cabeza, eso sí 0 fallos decían que teóricamente ya era conductor.
Volviendo al practico nos presentábamos 4, dos chicas y dos chicos. Las chicas nos pidieron examinarse primero y como caballeros las dejamos y nos fuimos a la cafetería, yo no había desayunado así que me casque un donuts de azúcar como un campeón mientras el otro chavalote se pidió una tila.
Fuimos a esperar la vuelta de las chicas, y llegó conduciendo una que era muy, muy bajita y la otra se bajó del coche diciendo que lo había hecho fatal, vamos que había sembrado el pánico entra la población de Móstoles.
El chico comenta que el necesita quitar el cubreasientos para conducir, así que si no me importaba … y ni corto ni perezoso me senté en el asiento del conductor, mi profe en el asiento del copi y el examinador y el muchachote atrás. Me pongo el cinturón, compruebo que el coche está en punto muerto, coloco el espejo retrovisor y arranco, comienzo de examen de libro, pensé, estaba orgulloso de mí mismo. Siempre hay un pero y es que al mirar por el espejo de fuera veía la raya de la carretera, os recuerdo que la anterior examinanda era muy, muy bajita (podéis leerlo un poco más arriba). Así que tenía dos opciones o paraba y ya pillaba falta leve o le echaba un par de huevos y nada de cerebro y seguía adelante. En general cuando he tenido esta dicotomía el exceso de testosterona es lo que ha triunfado.
En cada incorporación giraba el cuello todo lo que podía y de paso también rezaba algo para que no viniera nadie, y poco a poco fue pasando el examen; nos encontramos un atasco guapo en el casco urbano y fui haciéndolo todo bien, hasta que llego la hora de aparcar; cuando el examinador dijo “aparque cuando pueda”, miré y había una señal de prohibido del tamaño de Wisconsin, así que seguí (riendome un poquillo por dentro) y en la siguiente manzana había un sitio para aparcar un tráiler de 16 ejes, pero yo preferí apurar y aparcarlo cerquita de uno de los coches. Lo hice increíble, vamos creo que no he vuelto a aparcar tan bien nunca.
Después el otro artista no lo hizo mal, pero se columpió un par de veces; así que cuando nuestro profe dijo que habían aprobado dos, ya sabía yo que uno de ellos era yo; así que pude llamar a todo el mundo y decir “hola soy Cami, ya tengo el carné”.
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