viernes, 20 de abril de 2012

El final del Campamento

Una gran metáfora para definir una tristeza sin consuelo es evocar el final de los campamentos, en unos días se creaba un microcosmos en el que se vivía lejos de la realidad de las clases y demás; pero pasados los años uno se da cuenta de que tan realidad eran unos días como los otros, pero tener que salir de allí y abandonar una vida diferente provocaba una tristeza que venía del vacio que se produce al perder un ritmo de vida, unas viviencias que cada día iban aumentando, unos descubrimientos, nuevos retos, ... Hoy en día a veces surge una realidad paralela y tu vida por unos días no tiene nada que ver con lo que es la vida en general y cuando la realidad te obliga a volver junto a ella como una amante celosa, hay un empeño constante en soñar cada noche con una excepción tan real como la cotidianeidad, tratando de aferarte a unos días que transforman definitivamente la vida, pero que no son más que unos días y sin embargo la cabeza te hace creer una y otra vez que esas horas no tendrán final y cuando se acaban y toca volver a la rutina diaria por la cabeza pasan como en un cinematógrafo antiguo imagenes puntuales que son recuerdos que siempre acompañaran tus pasos. Por eso cuando unos días especiales se acaban me acuerdo del final de los campamentos, y de esa sensación, ese nudo en el estómago y ese tratar de aferrar la punta de los dedos esos recuerdos hasta hacerlos casi reales y otra vez volver a tener todas esas sensaciones que te hacen diferente al resto del mundo. Siempre que alguién te coge de la mano y te lleva un por camino, siempre te hace sentir diferente por el mero hecho de solo recordarlo; por eso hay que agradecer con todo el alma todos esos paseos por el otro lado del camino de la vida.

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