Aquel día de Reyes fue inolvidable, llevaba tanto tiempo deseando aquel juguete que ya no me acordaba de cómo era mi vida antes, y al abrir el paquete y ver su caja reluciente me quedé paralizado; por fin era mío, tantos desvelos tantos sueños y allí lo tenía, entre mis manos; nunca olvidaré esa sensación de tocar el cielo con los dedos.
Durante muchos días no me atreví a sacarlo de su caja, era consciente de mis limitaciones y sabía que iba a acabar rompiéndose; los juguetes son así, de romperse cuando uno más los necesita.
Al final superé todos mis miedos y conseguí abrirlo y me pasaba las tardes enteras jugando con él, éramos inseparables. Cuando estaba en el cole solo pensaba en volver a casa y cuando mi madre llamaba a cenar me seguían faltando cinco minutillos más de jugar.
Por fin llegó mi cumpleaños y todos mis amiguitos estaban en casa, lo disfrutamos de lo lindo; la tarta estaba buenísima, no paramos de correr y jugar en toda la tarde; es más cuando se fue el último yo no tenía fuerzas ni para cenar y menos para recoger como me decía mi madre desde la cocina; pero me puse a guardar mis juguetes que estaban desperdigados por el cuarto. Afanado estaba recogiendo cuando de pronto le vi, estaba en un rincón, roto y con sus ojillos de madera mirándome directamente y como diciéndome: “¿por qué no me cuidaste más?”.
Cene poco y me fui a la cama con una sensación bastante confusa, por un lado había disfrutado de mi mejor cumpleaños, pero el coste había sido tan elevado, me había quedado sin mi juguete preferido; lo que había deseado desde hacía tanto tiempo y ya no me iba a acompañar en las largas tardes otoñales.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Qué muñeco era?
Siempre hay uno único e inimitable, verdad?
La vida sin ellos no sería la misma.
Mi Geyperman de Policía Montada del Canada, un clásico.
Debo decir que lo de los ojillos de madera es una licencia literaria, es que me parecía muy chulo.
Me encanta este cuento. El post que más me gusta de todos.
Claudia
Publicar un comentario